¿Acabarán los vehículos robotizados con los conductores?

Vehículo autónomoLos coches autónomos propician un rediseño de las ciudades

En plena acaricia de una nueva revolución del transporte, la destrucción creativa que han propiciado las nuevas tecnologías avanza hacia una transformación en toda regla de las grandes ciudades, de su diseño, de su reconfiguración, de ganar más espacio en favor de las personas y del modo en que nos desplazamos. Al igual que ha sucedido en la industria musical, donde se va perdiendo el sentido de propiedad y cobra importancia el acceso a las cosas, existe un cambio de tendencia sociocultural basado en una filosofía de bienes compartidos. Los cambios tecnológicos permiten rentabilizar y hacer más productivos el uso de las cosas, pues ya no es necesario ser propietario de algo para disfrutarlo. Las complejidades tecnológicas empujan a los procesos de innovación a transferir el conocimiento y, en consecuencia, introducir mejoras –incrementales o radicales– en procesos, productos, servicios y/o empresas o mercados.

Las innovaciones impulsadas por la economía colaborativa, como por ejemplo Bla Bla Car, Uber o Lyft, especializados en establecer redes de transporte compartido, no dejan de ser suficientes y se ven forzadas a continuar innovando al ritmo que las nuevas tecnologías se integran en los ecosistemas empresariales. Empresas como Google, Daimler AG, BMW, Renault, Ford o Volvo, entre otras, trabajan en distintos programas activos en la fabricación de vehículos robóticos[1], y otras como Tesla, que han irrumpido en el sector con prototipos específicos[2], o la estadounidense nuTonomy, que en agosto de 2016 puso en marcha en Singapur el primer taxi autónomo[3] del mundo, son fuentes valiosas de conocimiento que introducen tecnologías e innovaciones radicales que permiten aumentar el rendimiento de las tecnologías ya existentes. Esta innovación disruptiva desencadena importantes cambios en la posición competitiva, en las condiciones de competencia y en el stock de conocimiento de las empresas del sector, que se ven forzadas a realizar inversiones complementarias y a realizar cambios organizativos.

La puesta en circulación de vehículos robotizados y/o autónomos no se trata de un simple cambio en el sistema tecnológico –su impacto actúa en varias partes de la economía–, sino que va más allá de una innovación arquitectónica o de sistema, que se produce cuando se combina la innovación incremental con la radical, ya que se originan cambios en el paradigma tecno-económico, pues se trata de una innovación tan revolucionaria que afecta al conjunto del sistema económico. Afecta, en un primer orden, a la industria automovilística tradicional; y, en un segundo orden, al (re)diseño de las ciudades con las consecuencias colaterales que ello conlleva, tanto positivas como negativas. Existe un proceso de evolución tecnológica donde el vehículo manual pasa a automático, para, posteriormente, convertirlo en conectado[4] y, finalmente, robotizado y/o autónomo –no precisa la intervención humana para ser conducido–.

Este prototipo de vehículo modificará sustancialmente el paradigma de movilidad de las ciudades, otorgando más autonomía a las personas, haciendo más eficiente el transporte y, en consecuencia, cediendo espacio (vial) a otros usos que incidirán positivamente sobre factores sociales, económicos y ecológicos. En consecuencia, se producirán cambios en los patrones de compra de vehículos y en los roles de los conductores, pues, gracias a las tecnologías de la información y la comunicación, el vehículo autónomo supone para la industria un activo estratégico con una diferenciación vertical –el producto o servicio es mejor que el que se venía ofreciendo–.

Según Lyft, el tiempo promedio de uso (en conducción) de un vehículo es de un 4%, por lo que el 96% restante permanece estacionado. “Compramos máquinas de aparcamiento”, reseña la compañía, que hace una clara apuesta estratégica por los vehículos compartidos y en el desarrollo de una red de transporte autónomo.

Cuanto mayor es la complejidad tecnológica y comercial, mayores son los procesos de innovación, que están más enfocados a una actividad cooperativa más que individual, pues sus dimensiones superan el ámbito de la empresa, que por sí sola no puede atender todos los requerimientos y los rápidos cambios del entorno. Véase, por ejemplo, la alianza que firmó Lyft en enero (de 2016) con General Motors para poner en funcionamiento una red de vehículos autónomos. Su CEO, Elon Musk, cree que “la transición a los vehículos autónomos pasará a través de una red de propietarios de automóviles autónomos que alquilarán sus vehículos a los demás” pero defiende que es más práctico y atractivo cuando ese servicio es ofrecido por una empresa como Lyft, pues proporciona mayor consistencia y disponibilidad de un mosaico de vehículos. La clave está en la capacidad de absorción de conocimiento que proviene del exterior de las organizaciones y en cómo es utilizada para generar experiencia al cliente. Esta asimilación tecnológica es superior en aquellas organizaciones que disponen de departamento de I+D consolidado.

El desarrollo de tecnologías (digitales) en la actividad económica incrementa considerablemente el potencial de comercialización y mejora muchos bienes y servicios, favoreciendo la creación de redes de cooperación y de negocios. En consecuencia, reduce los ciclos tecnológicos y de producto y aproxima el desarrollo científico a la estrategia de negocio de la organización. Por tanto, las tecnologías digitales permiten que muchas actividades económicas sean más innovadoras al favorecer los procesos de innovación por tres vías:

  • Estimula el dinamismo innovador con la reducción parcial de obstáculos a la innovación, haciendo más eficientes las interacciones entre los agentes implicados en el proceso de innovación –modelo encadenado o chain-linked model– y favorece el desarrollo de nuevas actividades y productos o servicios. Las tecnologías digitales han permitido evolucionar el concepto del automóvil convirtiéndolo en un espacio conectado y autónomo que mejora la experiencia del usuario. Este cambio de paradigma hará más eficiente la movilidad de las personas, rediseñará los patrones de compra, se producirán cambios socioculturales y se aprovecharán espacios que hoy están destinados al tránsito rodado para el uso y disfrute de las personas. En consecuencia, se rediseñarán las ciudades y se crearán nuevas oportunidades para las empresas que mejoren la experiencia de las personas.
  • Se sofistican los procesos de innovación generando innovaciones conjuntas, complementarias e interdependientes. La puesta en marcha del vehículo robotizado amplía la cadena de valor, pues intervienen tecnologías que anteriormente no eran empleadas en su fabricación. La conexión a redes y satélites, la instalación de equipos de telecomunicaciones y el modo de conducción autónoma requiere de procesos e innovaciones conjuntas, complementarias e interdependientes. Y no sólo afecta a la configuración del producto, sino también al cambio social, cultural y económico de las personas y al rediseño de los espacios utilizados.
  • La complejidad cada vez mayor de los procesos de innovación requiere de mejoras en los sistemas de gestión y en las formas de organizar el trabajo.

Las innovaciones exigen a las organizaciones una base más amplia y diversa de conocimientos, que se ven dificultadas por la rapidez de cambio del entorno y se ven comprometidas a saber integrar con eficacia los diferentes tipos de conocimiento, saber aprovechar el conocimiento generado en su entorno y fuera de éste. El uso de las nuevas tecnologías como medio de innovación ha favorecido la capacidad de organización y actuación en red, pudiendo transformar la conectividad y la interrelación de la sociedad digital en una fuente provechosa de acceso e intercambio de nuevo conocimiento.

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Veh%C3%ADculo_aut%C3%B3nomo

[2] http://www.elmundo.es/motor/2016/10/24/580ddaa9468aeb0b2b8b45cf.html

[3] http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/08/25/actualidad/1472127872_211990.html

[4] http://www.xataka.com/automovil/coche-conectado-por-que-como-y-para-que

Disrupción digital (y estratégica)

Disrupción digital

La incipiente Revolución Industrial, originada por una explosión tecnológica sin precedentes, está originando cambios a una magnitud tan exponencial como incierta, una transformación que no sólo obedece a la incorporación de nuevos productos o servicios, sino que asistimos a una disrupción en todos los ámbitos, desde los modelos de negocio hasta la forma de interrelacionarnos. La irrupción tecnológica y los efectos de la globalización han introducido otras reglas de juego en una economía donde ser grande y fuerte ya no es suficiente; se requiere de ingenio estratégico, fuertes dosis de innovación y gran adaptación al cambio, pues el éxito de supervivencia de las organizaciones vendrá marcado por la rapidez de respuesta innovadora que exige el entorno; Sin embargo, la disrupción actual, que viene acompañada por una intensificación de la competencia, propiciada por las propias oportunidades del cambio, adopta una velocidad tan acuciante que pone en jaque a las organizaciones tradicionales que han dominado sus respectivas industrias durante décadas.

La dimensión de esta transformación tiene tal envergadura que se están desarrollando ecosistemas empresariales, estableciendo redes, creando plataformas de negocio, comunidades, ha emergido lo que se conoce como economía colaborativa, y otras funcionalidades que, gracias a la globalización y a la disrupción digital, impide que las empresas puedan atender por sí solas todos los ámbitos de su negocio en todo su mercado y, para ello, recurren a las capacidades de otras empresas para llegar al usuario a gran escala, originando un ecosistema empresarial y trabajando en redes. Estos cambios exigen una rápida adaptación de las organizaciones tradicionales con respuestas innovadoras y desarrollo de estrategias que puedan dar una rápida y eficiente respuesta a las necesidades de los consumidores y/o usuarios. Pero, las organizaciones que vienen dominando sus respectivas industrias durante décadas, ¿han adoptado estrategias anticipatorias para adaptarse al cambio con respuestas innovadoras? Los sistemas jerárquicos tradicionales pueden sufrir una miopía estratégica que les impida ver con claridad la verdadera dimensión del cambio, pues, a menudo, viven “relajados” por su posición dominante y, en consecuencia, atrapados por la presión de ventas, medición de resultados y orientados a la inercia del crecimiento para poder sobrevivir. Esta falta de visibilidad sobre la realidad origina una visión estratégica más cortoplacista y la rigidez de sus estructuras supone otro obstáculo para afrontar un viraje repentino en la estrategia e innovación.

Peter Hall dijo, en su estudio Cities in civilization, que “las ciudades que vacilan en el proceso innovador, pronto tropiezan y su base industrial muere. Los líderes de una generación pronto serán acosados por nuevos competidores que vienen detrás; Y, a menos que desarrollen nuevas formas de producir viejas especialidades, o, mejor aún, deriven productos enteramente nuevos de viejas tradiciones, serán alcanzados y desaparecerán en el olvido industrial”. Es como enfrentar a David contra Goliat. El ingenio (innovación, creatividad) es más poderoso que la fuerza (empresas dominantes). El cambio y el crecimiento son un círculo vicioso que viene evolucionado por la propia innovación, alimentado por las empresas tradicionales que, en la propia inercia del crecimiento, buscan continuamente oportunidades de inversión y, en consecuencia, propician un cambio del propio cambio del que, si quieren permanecer en el mercado, no pueden dejar de pedalear. Se crea un contexto crítico donde la innovación es decisivamente importante.

Tras la calma viene la tempestad. La respuesta y capacidad de innovación viene marcada por la rapidez del cambio. Ninguna organización debe permanecer dormida en su estrategia de innovación. El entorno es muy vulnerable y la competencia se muestra muy feroz. Cualquier debilidad puede ser aprovechada como oportunidad por la competencia. Las organizaciones dominantes se han movido como pez en el agua en entornos estables, donde el desarrollo de la innovación suele seguir un ritmo más lento que en entornos convulsos y de incertidumbre. En consecuencia, muchas de ellas desaparecen cuando llega la tormenta (momentos de cambio) porque no están preparadas para afrontarla por no haber diseñado estrategias de innovación que permitieran adaptarse con rapidez a nuevos (y previsibles) entornos.

Precisamente, el promedio de vida de una organización, tomando como referencia las que han formado parte del S&P500, viene estrechándose considerablemente durante el último siglo. En 1930, una empresa sobrevivía unos 50-70 años, mientras que en 2000 se reducía a unos 25-30 años. Las previsiones para 2020 señalan que un 75% de las que hoy forman parte del índice no existirán.

Schumpeter se refiere al capitalismo como un proceso de destrucción creativa, es decir, entran unas empresas, impulsadas por la tecnología, que hacen desaparecer otras. Incluso las grandes organizaciones desaparecen, derrumbadas por su propia falta de innovación. Los analistas lo llaman desfase competitivo, ya que aprecian que pocas empresas son capaces de superar el rendimiento promedio de sus industrias durante mucho más de una década.

Bartley J. Madden señaló que las empresas de alto nivel de innovación convierten las innovaciones en negocios exitosos y obtienen retornos contables muy por encima de su costo de capital. En esta etapa, las empresas son ricas en oportunidades y suelen buscar financiación externa para expandirse; Sin embargo, la competencia responde de forma agresiva y se producen tensiones entre ésta y la habilidad de gestión, ocasionando una caída de los rendimientos que la aproxima al promedio del sector y un descenso de la tasa de crecimiento de la economía. Estas consecuencias sugieren la necesidad de practicar innovación permanente (Permanent Innovation, Langdon Morris), tanto para sostener la posición competitiva como para lograr retornos superiores a la media, pues, en definitiva, los inversores persiguen rentabilidades. En este contexto, Maddens resaltó: “a través de la innovación las empresas pueden reinventarse continuamente”, pues ninguna compañía es inmune a los efectos de la destrucción creativa, salvo por el efecto de sus propias capacidades de innovar.

El futuro es tan incierto que la organización debe prepararse para contemplar multitud de posibles futuros mediante el desarrollo de un portafolio (cartera) estratégico de iniciativas e innovaciones que den respuesta a los futuribles cambios que se produzcan. El objetivo es anticiparse a esos cambios, pues la organización adoptará una posición de ventaja y tendrá margen de maniobra para evaluar la capacidad de respuesta.

En los últimos 25 años, las empresas que concentran activos blandos (intangibles) están originando mayores rentabilidades que las que concentran activos duros[1], pues las cualidades de los intangibles que son clave mejoran la adaptabilidad y tienen una influencia mucho mayor en las perspectivas futuras de cada organización. Así, la industria tradicional de capital intensivo lucha por adaptarse mientras otros sectores, como el financiero o el farmacéutico han creado nuevos mercados y nuevos valores para los accionistas. Los factores clave de la diferenciación competitiva están en la innovación, la creatividad y el aprendizaje. En consecuencia, se produce una disparidad en los modelos de negocio, pues muchas empresas de conocimiento intensivo pueden producir unidades adicionales de productos a coste incremental casi cero. La clave es conceptualizar la innovación no sólo como ventaja competitiva, sino como un factor de supervivencia que debe ser aplicada de forma permanente. Por tanto, las organizaciones deben contemplar en sus planes estratégicos una metodología de innovación fiable que consiga una tasa interna de innovación comparable o mejor que la del mercado que la aleje del descontrol competitivo.

Las alternativas a la innovación es la propia innovación. El crecimiento inorgánico no garantiza la supervivencia de las organizaciones, salvo en contextos muy definidos, y las reducciones de costes pueden mejorar el precio de los productos pero queda estancado en el pasado. La respuesta más inmediata es una adaptación al cambio y hacer lo que otros no puede. En definitiva, innovación (y de forma permanente).

[1] Fenómeno conocido como comoditización, que viene originado por el cambio rápido.